Estaba solo frente a mi otro yo del espejo, él se mantenía en silencio, emulando de forma mecánica cada uno de mis gestos, su cara pétrea y distante me observaba desafiante, retándome a consumar mi acto: lentamente llevé el frío cañón del arma hacia mi cabeza, apoyé la boca del arma sobre mi sien y cerré los ojos, esperando a que el verdugo tirara de la palanca. Y mientras mi mente daba tumbos en medio de la oscuridad, el tiempo se detuvo para mostrarme el periodo más reciente de mi vida.
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