Amb la col·laboració de:
Con un postrer esfuerzo,
arranqué de mi pecho el corazón
y lo ofrecí al mundo.
Y el mundo era un pez globo
que, con indecible indolencia, lo tomó,
ajustó convenientemente su lente
de joyero y, sin gran interés.
Lo examinó desde diversos ángulos.
Después, meneando negativamente
la cabeza, volvió a depositarlo
sobre mi pecho sangrante;
y se alejó de allí,
pensando tal vez en la familia,
en el trabajo, o quizá, en esos
viajes, esas fiestas, que no están
al alcance de cualquiera.
Autor: José Antonio López Ramos





