Debemos aprender mucho de otras culturas

Acabo de escribir el siguiente comentario en relación al desarrollo de la Ley de eutanasia y a tenor de una carta de una lectora, según ella comenta con una enfermedad avanzada de cáncer y a favor como no puede ser de otra manera del final elegido por la propia enferma terminal: “Total respeto a su persona y a sus argumentos. Le traslado un fuerte abrazo.

Es totalmente lógico y humano aceptar sus claros razonamientos sin entrar en el detalle. La enferma o el enfermo debe poder elegir su destino y las circunstancias en que debe acabar su sufrimiento. Lo único que pediría es que la ley de eutanasia debería desarrollar un poco más el modo en que el acto de la muerte en sí debería ser implementado, sobretodo en lo que se refiere a la presencia o no de las personas del entorno.

Intento explicarlo, aunque resulta un poco complicado por ser un tema un poco tabú. Creo que el acto de morir se debe de asociar de alguna manera a un acto íntimo muy íntimo, un poco como si fuera un acto de nacimiento. Sinceramente creo que debería ser solamente en presencia de la persona/de las personas cuidadoras de la persona enferma, de la pareja, o exparejas si ambos lo deciden y de alguna hija o hijo si son los que han cuidado directamente a la persona enferma.

También incluiría a los padres si aún viven. Impediría la presencia de los hijos y hermanos si no han sido cuidadores. Por supuesto ni vecinos, ni amigos, si no han cuidado personalmente a la persona terminal. Fiestas posteriores tampoco lo concibo sinceramente. Léase “salekana” que conduce a ahimsa (no violencia no daño)”.

Un poco esta inquietud me ha sobrevenido por la reciente difusión de la eutanasia ejercida por Montserrat Massana, lo cual me merece el máximo respeto por la decisión tomada y además por lo cual traslado con intensidad un sincero pésame a toda su familia y en especial a su esposo, hijas e hijos.

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